Baradero ATR: A Todo Rocanrol

La frase quedó sellada por El Mono de Kapanga promediando el festival, acaso el rey del carisma en Baradero, que hizo agitar a la gente perfilada para los dos escenarios al ritmo de las canciones míticas y otras más nuevitas. Entre tema y tema arrojó berretines a diestra y siniestra, entre ellos esta rebautización de la sigla que inmortalizó Pablito Lescano:
-¡¡¡ATR es A Todo Rocanrol!!!
Y la gente explotó.

Kapanga. Foto: https://www.instagram.com/rockenbaradero/

Es que en Baradero la única consigna es el rock. Nada de fuera de él, y por dentro un poquito de ska, de reggae, no mucho más. Todas las bandas eligen tocar sus temas más agiteros y escasean los momentos de tranquilidad sonora; atrás y muy lejos quedaron las prendidas de encendedores en los lentos, acaso reemplazados por los celulares que no dejan de –no paran de- filmar los temas más subibles a las redes.
La jornada arrancó temprano, pero el cronista no llegó puntual. Desde Cadena Perpetua hasta Ska-p, va aquí un breve repaso de otro Baradero que volvió a sonar fuerte y al medio, con mayoría de presencia masculina y escaso cupo femenino, muy separadas las bandas mainstream de un marginal escenario under, o lo nuevo de lo viejo (además de hombres, muchas bandas de hombres post 30 y hasta post 40), mucho contenido social y menos político (ahora en la era post Macri) y sobre todo, de nuevo, mucho rock, acaso ese género que sigue aglutinando bandas pero sobre todo, público.

A las 21 horas el predio estaba lleno, pero con espacio para moverse: ideal. Con suerte uno hasta podía encontrar un espacio en la platea para descansar, desde donde se veaín muy bien ambos escenarios. El olor a comida y las colas para la bebida eran por momentos exageradas, pero la fluida atención hizo que no hubiera espera que lamentar en el transcurso del lunes en Baradero.

La birra, Quilmes, 200 pesos.

El pati, 250.

Afuera, claro, las ofertas bajaban a la mitad, promocionadas por vecinos que habían sacado la parri y la mesa en las puertas de sus casas.
Eso también es Baradero: un destino familiar que se ha vuelto ritual de rock y en el que no se registran mayores violencias ni desmanes, por lo cual logra repetirse con éxito hace 6 años. Los vecinos acompañan con música desde adentro de las casas, saludan y hasta muchos entran porque familiares hacen de custodios o trabajan en alguna parte de la organización del festival… Pero esa es otra historia.

Queda la duda de si la fábrica que husmea durante todo el recital detrás del escenario provoca algún beneficio para la salud o más bien al contrario, y si toda la cultura desplegada alrededor de esa evidente contaminación no termina siendo una pantalla para que otros negocios sigan con la gente contenta. Pero esta quizá sea una tara paranoide del cronista…

Lo importante: adentro, Cadena Perpetua deja la vida y sus seguidores se lo agradecen, al tiempo que se ganan a los indiferentes. Lograron un gran show sin respiro, acelerado pero nada improvisado – cumplen 30 años- y sobre todo ensayado idealmente para este zapping de rock que significa Baradero.

¡El siguiente!

Eruca Sativa. Foto: Manu Rodríguez https://www.instagram.com/manurodriguez.v/

Eruca Sativa ya tenía todo preparado para salir, y el escenario se volvió púrpura para recibir al power trío. El show fue también corto y al pie (no cortito), con la lucidez de Lula en la guitarra y un momento increíble en el que, sin dejar de sonar, los tres se intercambiaron los instrumentos de modo de cada uno estar tocando uno distinto, no propiamente habitual: Lula, el bajo, Gaby, la guitarra, y Brenda, la batería. Y sonaron increíble.
Victima quizá del apuro, Árbol intento hacer lo mismo que las dos bandas precedentes (cortito y al pie) pero por la sutileza de sus letras y la melodía de sus canciones, el resultado no fue igual de efectivo. Sus fans, obvio, agitaron todo, y en el fondo los indiferentes corearon algunos estribillos de las canciones más Mega, acaso la radio insignia de todo este festival, que parece su continuación en vivo.

Mustafunk. Foto: Manu Rodríguez https://www.instagram.com/manurodriguez.v/

Kapanga fue el primer plato fuerte de la jornada, estirando un show a casi 1 hora -el doble que el resto- y con una performance que hizo sentir a muchos en el fin de una fiesta de casamiento, el mejor momento. El tío borracho era el Mono, no tan borracho y que presentó hasta su hijo, guitarrista de la gran banda Los Tabaleros, que se prendió a tres temas. Sonaron los clásicos de siempre y pegaron muy bien los temas nuevos. Como siempre, terminaron con El mono relojero, y el Mono aseguro que a pesar de los públicos muy distintos, todos tenían en Baradero algo en común: se irían a dormir habiendo visto el sol de la mañana.

Muchos le hicieron caso, porque eran las 12.30 y faltaba el plato fuerte de la noche, la banda que convoco al publico esa noche por fuera del line up del festival: Ska-p.

Ska-P- Foto https://www.instagram.com/rockenbaradero/

El festival del obrero

Los españoles arrancaron con la habitual intro de vientos y enseguida comenzó La Estampida, como bien dice Pulpul. Pogo extendido en todo el campo para luego hacer un repaso de sus principales hits de todos los discos (menos del primero), con un show de luces que le daban color a las letras. Entre el público se veían a madres con hijes bailando y queriendo transmitirles esas letras que sonaban desde el escenario y se coreaban en todo el campo.

Sobre el final, y luego de más de una hora cincuenta de recital, legarían las primeras palabras de Pulpul, pidiendo por el pueblo trabajador y haciendo mención a Zanón, fábrica recuperada en Neuquén donde estuvieron tocando a beneficio dos días antes, junto a la banda mapuche Puel Kona.
Luego, claro, se venía el Vals del obreros, esa que, antes y después del show, se seguirá cantando por las calles de Baradero:

-Éste es mi sitio, ésta es mi gente…