#Cronica Ligia Piro en Rosario: una canción desde el alma

Ligia Piro llegó a la ciudad de Rosario para presentar su última producción discográfica, Love, y deleitó al público con la belleza de su voz. En una noche llena de la calidez resplandeciente del jazz, el soul y la bossa nova, regaló a los asistentes una selección de sus mejores covers, tanto del último disco como de sus clásicos. Te invitamos a revivir el concierto en esta crónica.

El reloj marcaba que habían pasado unos minutos después de las nueve de la noche. La sala del Teatro La Comedia estaba repleta y arriba del escenario estaba todo listo para recibir a la estrella de la noche. Primero, apareció su banda: Nahuel Bailo en piano y teclados, Miguel Tarzia en guitarra, Javier Martínez Vallejos en batería, Magdalena Barla en coros y Fernando “Fefe” Botti en bajo, contrabajo y dirección musical. Con sus músicos en acción, apareció Ligia Piro, vestida íntegramente de negro.

Sin preámbulos, se sumergió en las primeras tres canciones del setlist de esa noche: I’m beginning to see the light, They can’t take that away from me y Love me or leave. La destreza vocal y el carisma irresistible de Ligia empezaron a brillar desde el comienzo. Era imposible no dejarse llevar por la cadencia jazzera de una cantante que se sabía cómoda en el escenario y segura del repertorio elegido. No eran sus canciones, pero había algo en la naturalidad con las que las interpretaba que nos hacía sentir que se las había apropiado, para revitalizarlas y demostrar que la buena música es inmune al paso del tiempo.

Acto seguido, agradeció al público por su presencia y habló de su alegría de estar de vuelta en Rosario. “Yo me siento como en casa acá” dijo entre sonrisas. La visita se daba en el marco de la presentación de su último disco, Love, el cual, en sus palabras, representa un triunfo después de tanto años alejada de los estudios de grabación.

Las dos canciones que siguieron representan a dos de sus mayores influencias musicales: The man I love de Billie Holiday y Love is a losing game de Amy Winehouse. Dos cantantes emblemáticas, cuyas vidas fueron trágicas y difíciles, unidas en la potencia y la delicadeza de la voz de Piro.

Consciente de que estaba en suelo hispanoparlante, la artista dejó el repertorio en inglés de lado por un rato y le hizo honor a dos de las figuras más representativas de la música argentina. Primero cantó Durazno Sangrando, obra de Luis Alberto Spinetta, con quien, según confesó, compartió algunos de los mejores momentos de su vida. La maestría de Piro nos recordó a todes la profunda vulnerabilidad y belleza que se esconde en la poesía del Flaco. Luego, nos regaló su versión del tema Carabelas Nada del rosarino Fito Páez. La tensión in crescendo de la letra, la melodía que se vuelve agónica y la potencia arrasadora de Ligia, nos sacudió a todes cuando nos recordó que esto no deja de ser una canción desde el alma”.

Con la canción siguiente, el español dio paso al portugués: se trataba de Berimbau de Vinicius de Moraes. Esta obra está dedicada, como su nombre lo indica, al instrumento musical heredado de los esclavos angoleños que cantaban por su libertad. Pero los aires del Brasil iban a quedarse un rato más. Las luces del escenario se apagaron y cuando se volvieron a encender, Piro y su banda estaban sentades sobre el borde del escenario, con instrumentos y todo. “Todo porque yo quiero jugar al café concert” explicó la cantante. La cercanía inusual entre los músicos y el público, creó el efecto buscado y todes nos sentimos transportades a una de esas noches sobre las que habló ella, cuando era chica, en el café que regenteaba su familia. El ritmo contagioso del medley de bossa nova que nos regalaron no sólo nos hizo bailar en nuestros asientos sino que nos inundó de un poco de esa alegría brasilera que parece nunca apagarse.

A esa altura, resultaba difícil imaginar qué podía venir. Los aplausos al concluir cada tema eran cada vez más ensordecedores y la emoción crecía en intensidad. Pero todavía no habíamos visto todo.

Las dos canciones que siguieron alcanzaron una honestidad y una belleza conmovedoras. En palabras de Ligia, se trataban de dos obras que la marcaron y que la van a acompañar siempre a lo largo de su carrera. En primer lugar, Barro tal vez, de su queridísimo Spinetta. “Si quiero me toco el alma / pues mi carne ya no es nada” cantaba Piro y todes pudimos entender de qué hablaba, porque era imposible escucharla y no sentir que nos escapábamos por un instante de la prisión del cuerpo. Luego, hizo suya Oración del remanso, de Jorge Fandermole. El tono de denuncia de la canción sumado a su apuesta desesperada por la esperanza, se hizo puro disfrute y emoción en la voz de Ligia, y más de une tuvo que secarse las lágrimas:  “Agua del río viejo / llévate pronto este canto lejos / que está aclarando / y vamos pescando para vivir”.

El cierre del show fue un viaje por algunos clásicos como Spooky de Dusty Springfield y la bellísima y espacial Fly me to the moon, popularizadora por el enorme Frank Sinatra. El resplandor del jazz se volvió grave y estremecedor con Love for sale y Cry me a river, pero el momento de mayor fuerza llegó con la esperadísima Construcción, que dejó al público extasiado. “Gracias por disfrutar y compartir la música que es lo que nos une” dijo la cantante, frente al rabioso aplauso de la gente, que no pudo contenerse y la aplaudió del pie.

El bis fue un joya inesperada. Su banda ya había abandonado el escenario y Ligia estaba parada, con lágrimas en los ojos, sonriéndole al público que le pedía «¡otra, otra!» a viva voz. Sin micrófono y a cappella, nos regaló la más hermosa versión posible de Te abracé en la noche. La dulzura de la melodía, cercana a una canción de cuna, atravesó el silencio de sala y nos recorrió el cuerpo con una fuerza desconcertante. “Te abracé en la noche / era un abrazo de despedida” cantaba ella, pero nosotres sabíamos que era sólo un hasta luego.