Disputa en la fiesta: música disidente y autogestiva

La noche está plagada de contradicciones. Salimos a bailar, o a donde sea, buscando divertirnos y muchas veces nos encontramos bailando canciones con letras que no nos representan en absoluto, sobre todo, si hablamos de mujeres feministas o miembros de colectivos disidentes. Analizamos brevemente qué pasa con los géneros en disputa, y dejamos un par de recomendaciones para divertirse sin sentir que la ideología personal se tambalea con las caderas.

Cuando uno sale a algún boliche, bar, o evento de cualquier tipo, no es raro cruzarse con los últimos hits del reggaeton, la bachata, la cumbia o incluso el rap, con su variable plagada de hipnóticos graves: el trap. Muchas veces, esos géneros están signados por una fuerza machista y heterosexista (al fin y al cabo, y como todo, patriarcal) que diluye en su seducción cualquier convicción progre o feminista. Parece contradictorio querer salir a bailar y aún así considerarse,  feminista, o al menos una persona en proceso de cuestionamiento y deconstrucción seguida de reconstrucción no-patriarcal de su identidad. Sin embargo, esa contradicción está siendo saldada por un circuito de música disidente y autogestiva que disputa en ventas, reproducciones, y escenarios a las y los grandes de la industria.

Mientras Maluma llega a Argentina y se reúne con la legendaria Susana Giménezalgunas bandas que no tienen nada que envidiarle en «bailbailidad» brotan y trascienden los «ambientes alternativos» o «gay/lgbtiq-friendly», llevando la diversidad no sólo como una bandera digna
de orgullo, sino como un precepto creativo fundamental.

Las siguientes bandas que recomendamos rompen el género en ese doble sentido: tanto como sistema fundamentado en la opresión e invisibilización de mujeres y disidencias sexuales, como en una decisión estética de cruza, de mestizaje entre los ritmos más populares, con algunos propios de la Argentina latinoamericana. Revitalizan los bailes y funcionan entonces como base y como impulso para los movimientos de que no sólo adhieren, sino que participan activamente. Aportan, además, formas nuevas de producción autogestiva que conviven y compiten con las grandes discográficas y corporaciones musicales digitales. Es a partir de esta forma de organización, amplificada por la colaboración y el apoyo mutuo, que estos grupos logran consolidarse en listas de reproducción, escenarios, y pistas de baile.

Las chicas del calendario

Kumbia Queers es un conjunto de tropipunk (cumbia tropical y punk) que este año cumplió 10
años y los celebró en el barrio porteño de Balvanera, acompañadas por Chocolate Remix (ver abajo) y Boom Boom Kid.

Juana Chang, su voz principal, recordó al público la necesidad de seguir bailando y de convertir nuestros encuentros en resistencias contra el miedo y el aislamiento que busca el Estado: la fecha fue el mismo día en que se comunicó que el cuerpo encontrado en el Río Chubut era de Santiago Maldonado.

El espíritu libertario, propenso a la movilización, encarna en el punk de las muchachas y hace
un pogo sintetizador con la cumbia colombiana que trae su faceta más bailable. Sus discos siempre están acompañados con covers de clásicos como «Love Song», de The Cure y «Diz Is Why I’m Hot», de Die Antwoord.

No faltan canciones de amores despechadas, y algunos que son banda de sonido para movilizaciones del Encuentro Nacional de Mujeres o de la Marcha del Orgullo.

La manada

Desde zona sur y estrenando su primer disco «Las Yeguas del Apocalipsis», llega Sudor
Marika. Con cumbias, cuartetos, y acompañada/os por Susy Shock, BIFE, Kumbia Queers, y otra vez por Chocolate Remix, esta banda retoma la fuerza del ritmo cordobés y lo vuelve una voz de reinvindicación del deseo y el amor, incluso en un penal o en una marcha.

Es también una cumbia crítica: no deja pasar al gobierno macrista con sus políticas represivas ni da concesiones al progresismo que da todas las luchas por saldadas. En cambio, recuerdan las represiones y los estigmas que las disidencias siguen y seguimos cargando.

Tomando la voz del colectivo, urbano y marginalizado, hacen del ritmo una alegría para la
protesta y hacen sentir cada acción disidente un acto político.

Tu chocolina

Reggaeton feminista, chongo, y sabroso. Con las bailarinas M&M en un número intenso y provocador, Chocolate Remix cerró el acto de inicio de la XXVI Marcha de Orgullo en
noviembre de este año.

Polémica al reinvindicar el perreo y el regguetón, tal vez sea la que da un combate hegemónico más fuerte contra el machismo y el patriarcado que se hicieron con un ritmo tan disfrutable y masivo. Contra lo que está acostumbrado ese nuevo pop latino, lleno de maltrato y cosificación, Chocolate Remix invierte la tortilla y hace de él una forma de
empoderamiento femenino y lesbiano.

Nota para los varones y los DJs: tal vez suene raro escuchar en un principio música sólo de y para mujeres, pero tranquilos. Seguro es la costumbre de ser los únicos voceros del sexo y la fiesta. ¿No debería ser normal una lista de reproducción que pueda representar a todos los cuerpos presentes en su evento? El disco «Sátira», también estreno de este año, puede ser una buena incorporación que también enseña a bailar.

Emergente

La lucha mapuche y la potencia queer brotan y perrean sabroso con el trap electrónico, coplero y de kultrun que hace PAZ en su primer disco «Patagonia Emergente»lanzado hace dos meses. Rebelde, enfiestó su lanzamiento en septiembre y el recital de Sara Hebe del que fue telonerx en octubre.

Su portuñol brasileño-patagónico es una de las mezclas que más resalta con el desafío que propone: deconstruir, transicionar y disfrutar los cuerpos con su masculinidad y feminidad propias.

Heredera de la música de la wallmapu al sur de lo que ahora es Argentina, PAZ hace
carne su herencia mapuche y su historia de disidencia. Escuchado con los graves dignos de una fiesta o de auriculares cerrados, PAZ genera en su versión digital el mismo baile
chamánico que logra sobre el escenario y no tiene nada que envidiar a otro género apropiado por patriarcas como Ozuna.

Escuchala acá.

Al recorrer los discos de cada una de las bandas que mencionamos, uno se encuentra, inevitablemente, con otra que participa como colaboración; y en la lista de esta segunda, probablemente aparezca también una tercera. Esos vínculos en las canciones y su costumbre de compartir escenario habla no de la formación de un «ambiente» ni de un «mercado gay», sino de una tendencia a re-apropiarse de la música que nos rodea constantemente para que
represente voces antes silenciadas y suprimidas, sin derecho a bailar algo que las represente. No son éstos los únicos ejemplos de bandas disidentes y autogestivas: existen otras también conocidas e igualmente comprometidas, que tampoco agotan la experiencia de un movimiento y de una cultura distinta que surge; y que, poco a poco, ocupa las listas y las pistas con nuevas formas de disfrutar los cuerpos.

Sólo es necesario buscar en los nexos que dejan la calle y el internet para encontrarla/os con la voluntad de quien quiere llevar sus convicciones hasta la cama.