Dúo Marchetti-Varela: «Hay una redefinición de la manera de producir que define estéticamente la escena»

El dúo recibió a Corriendo La Voz en la intimidad del hogar de Rafael Varela, centro de operaciones musicales y creativas. Contra los molinos de viento del coordinar horarios y con dosis justas de humor, estos Tangócratas ejecutan su propia versión del Tango Siglo XXI. En esta entrevista, discurren sobre la escena actual del tango, los cruces con el rock, la camaradería y lo que vendrá. 

“Dame un segundo que busco el mate”. Esas son las palabras de bienvenida de Rafael Varela, mientras esperábamos la llegada de su compañero y amigo Pablo Marchetti. El pequeño ambiente que oficia de sala de estar, comedor y sala de ensayo respira música en cada rincón: un espejo con la impresión de las típicas siluetas de los Beatles haciendo monerías para la tapa de Help!, frente a un afiche publicitario de la presentación del disco Bicicleta, de Serú Giran, en los memorables Obras de 1980. A un lado, un diploma de agradecimiento por haber participado del 1er Festival Independiente de Tango de Urchasdonía (entente ad-hoc de los barrios Villa Urquiza, Parque Chas, Villa Pueyrredón y Agronomía) “y así haber apoyado al Tango y a la Cultura Barrial”.

“Los ensayos suelen ser acá, en mi departamento”, cuenta Varela, mientras la llegada de Marchetti con brebajes enlatados suspende las intenciones materas de la tarde noche. La historia del dúo que conforman se funde con sus vidas personales: una separación, un hijo en camino, mudanzas varias hasta llegar a este noveno piso y esa ventana que invita a un inhabitual panorama urbano con foco en el barrio de Colegiales. El elemento aglutinante de la mezcla inicial fue el compositor y letrista Acho Estol, fundador de La Chicana y parte del impulso refundacional del tango que se anticipó a la llegada del nuevo siglo. Varela tocaba en Las Moscas de Bar, agrupación que lideraba Estol, y que supo contar con Marchetti como cantor invitado. Sino el amor, al menos ahí nació la afinidad musical: “ahí nos conocimos, tocando, compartiendo escenario”.

Pablo Marchetti: Nos pusimos a tocar en plan relajado, portátil, y nos hicimos muy amigos. Estaban los temas armados y llamamos invitados con la premisa de que vinieran a divertirse un rato y a pasarla bien haciendo música con nosotros. Cuando hay piano está Agustín Guerrero, que se sumó también por una cuestión de amistad y de afinidad, obviamente, estética, artística. Pero la amistad es algo muy importante en esto. Y fue conocernos también. Porque tiene una cosa muy abierta el dúo en ese sentido. La idea fue hacer algo explícitamente de tango: en lo personal incluso había renegado con eso de que esté la palabra tanto en algo que hiciera, por más que fuera tango. Me gustó la idea de hacerlo explícito. Y por otro lado de cantar temas de otros autores, algunos contemporáneos, de gente amiga como Acho Estol, cercana como el Tape Rubín, pero también tangos clásicos.

Dúo Varela – Marchetti en acción.

– Esta mezcla que mencionás de clásicos y contemporáneos que puede verse en su disco Tangócratas sumado a temas de su autoria, ¿es una manera de interpelar a diferentes públicos o tiene que ver con tocar lo que les gusta?

Rafael Varela: Yo creo que hacemos lo que nos gusta. Todo tiene una impronta tanguera: hacemos de un tema de 2 Minutos hasta Manoblanca, que es un tango más tradicional, pasando por muchos temas, algunos en los que Pablo es autor, compuestos con otros músicos amigos que también han grabado en el disco. Todo lo que nos gusta y nos entusiasma lo encaramos. Lo que más me gusta a mí del proyecto, y creo que es un poco la energía, es que es absolutamente abierto. Hay un montón de posibilidades y todas son consideradas, no hay ningún prejuicio de nada.

PM: También hay mucho de cuelgue, de clima de recalada, de ponernos a jugar. El otro día, por ejemplo, surgió una cosa que quedo buenísima, no sé por qué salió el tema El Hombre de la Calle de Jaime Roos, y nos pusimos a cantar y Rafa se puso a tocar Escalera al Cielo como intro, y ¡era perfecto!

RV: Además creo que los dos somos personas, con nuestros gustos e intereses, muy eclécticas. Nos gusta el rock, nos gusta el tango, nos gustan cosas de todos los estilos. Entonces creo que usamos eso también en el proyecto.

– ¿Por qué decidir hoy en día anclarse en el tango como medio de expresión?

PM: A mí me encanta el tango como lenguaje, como género, y me encanta como expresión contemporánea. Me parece que hay una escena del tango riquísima, de la que somos parte, que tiene mucho del rock en sus comienzos. Del rock de la cueva. Yo creo que hay una escena mucho más grande de cuando empezó esto, a mediados o fines de los noventa. Por ahí sigue estando en una cueva, como el rock en aquellos años, pero con un espíritu muy de trinchera, y al mismo tiempo de camaradería. Nosotros tocamos desde lugares solidarios en lo político social, como cuando fuimos a tocar a la planta de AGR, que se hizo una movida de tango y fuimos a tocar ahí; el FACAFF, el Festival de Tango de La Boca, el de Valentín Alsina, que organizan músicos de manera independiente y me parece que es parte de la impronta. Hay una redefinición de la manera de producir que define estéticamente también una escena. El hecho de que exista el CAFF, el Galpón B de la Orquesta Ciudad Baigón, los lugares donde tocamos y estamos como en casa. Además de una poética muy poderosa, que me identifica, nos identifica muchísimo.

– Hace poco Elbi Olalla de Altertango nos comentaba que existía una especie de marginación del tango como género. ¿Esta nueva escena del tango puede trascender a los clásicos oyentes y llegar a los jóvenes, hoy en día tal vez más agrupados en otras escenas?

RV: Hay una cuestión con los movimientos artísticos me parece que va más allá del género, sino de lo que significa como espacio para la juventud. Siempre hay espacios que comulgan movimientos de gente joven que está con ganas de hacer cosas, con energía, con creatividad. En todas las sociedades, en todos los ambientes, sobre todo después del siglo XX. En Inglaterra fue el rockabilly o el skiffle, acá era el tango a principios de siglo, en Brasil era el shoro, antes de que llegue la bossa nova. Yo creo que el tango dejó de contener eso en la segunda mitad del siglo XX acá, y lo ocupó el rock, con lo que decía Pablo, con la cueva y todo eso. El rock se encargó de contener todo esa vorágine de la juventud. El tango dejó de ser eso pero posteriormente el rock también dejó de ser eso. Creo que el rock a finales del siglo XX se puso absolutamente comercial.

 

Fuente: www.pablomarchetti.com

Las doce canciones que componen Tangócratas (2017), su único disco hasta el momento, son el manifiesto de cómo el dúo interpreta esta redefinición del género que solemos nombrar Tango Siglo XXI. La guitarra de Rafael y la voz de Pablo, acompañados por músicos como Diego Schissi, Ignacio Varchausky (Orquesta El Arranque), el mencionado Acho Estol o la mismísima Adriana Varela, entre otros, dan testimonio de eso. “Volvemos al tango desde un lugar diferente”, dicen, como quien vuelve al pago chico después de una larga gira. No hay extravagancias electrónicas: es en lo analógico donde se abre otro panorama, desde la forma de interpretar, los tópicos de sus canciones o las licencias que se permite. Es que hay otra manera de vivir y concebir (en el sentido de entender y en el de dar vida) eso que llamamos tango.

RV: Hay mucha gente que todavía tiene una visión del tango como si fuera música clásica, una visión más enciclopédica, de estudiar, más solemne, y por lo tanto más sectaria. Después está otra parte de la escena que es gente que está buscando un espacio que el tango lo brinda, en el cual nos sentimos absolutamente parte, y por más que yo escuché a Los Beatles o que Pablo escuchó a Queen, igual los dos decimos chabón que es una palabra tanguera y vivimos en Buenos Aires, y el olor que vivimos es de una ciudad que lleva el tango en la sangre. Y nos incorporamos a eso, nos metemos en el tango desde todo lo que tenemos de antes. Yo creo que todavía la escena se está construyendo, y tengo debates con amigos músicos al respecto, larguísimos, sobre este tema. El otro día hablaba con una cellista amiga y me decía “viste que hay gente que se mete en el tango y no tiene ni idea de lo que es el tango”, y yo le digo “¡pero eso tiene que pasar!”, porque si no se muere el género. Si el género le queda a los que están estudiando seis horas por día, se muere. No hay tanta gente que pueda estudiar seis horas por día música. Lo que creo es que está bueno que el abanico sea lo más amplio posible, que esté un tango enciclopédico, estudioso, que vayan a ver la gente más refinada, por decirlo de una manera; y que haya un tango con más desparpajo, y que a esa otra gente le parezca una vergüenza también me parece que está bien, y todos los grises en el medio, también.

PM: La idea es tampoco decir “esto es un tango nuevo y el tango de antes es una mierda”. Obviamente que no. Hay un montón de gente que está tendiendo puentes y que tiene un dialogo con artistas, con los veteranos del tango, que vienen de otra época y que también entienden que pasa otra cosa. Pienso en la figura de Adriana [Varela]. Es una artista clave en ese sentido, me parece que es La artista que entendió antes que nadie eso, la que primera que tendió un puente entre Goyeneche y cantar ahora, en un disco maravilloso que produjo Rafa, Avellaneda Blues. Y ahí entendés todo lo tanguero que hay en ese tema de Manal. Pero pienso en Cucuza Castiello, o la Fernández Fierro. Nosotros vivimos una experiencia increíble, entre otros músicos, con Ignacio Varchausky, que es contrabajista del Orquesta El Arranque, que creo que es de una de las agrupaciones que fueron pilares de esta escena, de los jóvenes que arrancaron en los 90. Sin embargo siempre fue una orquesta digamos, dentro de esa escena, más clásica. Sin embargo, Ignacio viene a tocar, grabó Ya no sos igual y no sólo la grabó… A nosotros nos pasó una cosa increíble, porque grabamos en los estudios El Parral donde graban los 2 Minutos, y Ariel Feder, que es el dueño del estudio y el que grabó nuestro disco, nos dijo “yo soy amigo de los 2 Minutos, graban acá, se los voy a mostrar”. Nos llamaron fascinados con la versión del tema y nos invitaron a abrir un show en el Luna Park, cuando celebraron los 29 años. Cinco mil punks, un descontrol en el Luna Park lleno. Fue un momento al principio tenso, porque imaginate, la monada quería ver a la banda y venimos nosotros a hacer tango. Pero Ignacio, que es un tipo que está grabando ahora un disco con la Orquesta El Arranque con Victor Lavallén, arreglador de Pugliese, viene con nosotros a tocar Ya no sos igual: estaba alucinado. Pasan esas cosas, hay esa convivencia con los mundos y a mí me parece maravilloso.

RV: Además hay un montón de links entre las estéticas. Si vos lees la letra de Ya no sos igual, estamos hablando de un tango. No de un tango desde el punto de vista de la forma poética, o con la rima. Una historia del barrio de Lanús, de un tipo que se vende… no puede ser más tanguero.

Fuente: www.pablomarchetti.com

El dúo juntó dos pesos pesados. “Creo que lo más interesante de todo lo que nos une es que nos llevamos exactamente 12 años y por lo tanto somos del mismo signo el horóscopo chino”, bromea Rafael. Los nombres no pasan desapercibidos fácilmente. Pablo Marchetti construyó ese revival de la sátira política-comunicacional que es la Revista Barcelona, que dejó en 2011 (“se volvió predecible y me aburrió”). También se desempeña como periodista en gráfica y radio y solemos verlo por la TV. Editó un diccionario de insultos (Puto el que lee, reeditado por Planeta el año pasado) y lleva años recorriendo escenarios como cantor en diferentes proyectos personales, y como invitado. Sin embargo, asegura: si tengo que encontrar un lugar, una cosa primaria, la esencia de todo lo que hago, tiene que ver con la escritura, tiene que ver con la poesía”.

– ¿Cómo dialogan todos esas otras facetas y esos ámbitos en los que te desempeñas al momento de encarar este dúo?

PM: Yo nunca tuve vocación periodística, en sí. El periodismo fue una forma de ganarme la vida escribiendo, simplemente. Yo escribía poesía y quería escribir poesía, y seguí escribiendo poesía. Pero quería también al mismo tiempo ganarme la vida en algo que fuera lo más parecido a no laburar (risas). Siempre me gustó la música, canté en grupos de rock en la secundaria, tuve esa cuestión de cantar, pero siempre sentí que era también una dimensión fundamental de la poesía. La canción para mí es una forma poética poderosísima. De hecho, si el tango no cayó en el parricidio de la adolescencia, si yo iba con total naturalidad a ver Salgan – De Lío y la noche me iba a ver a Los Brujos a Cemento, era porque el tango formaba parte de eso. Para mí estaban en un mismo nivel Homero Manzi que Raúl González Tuñón, o Cadícamo y Juan Gelman. Siempre convivieron esos mundos, creo que por ahí pasa el asunto. Y sí siempre tuve la profunda convicción de que en lo que hago hay un profundo cruce entre lo artístico y lo comunicacional, entonces si cantás hay una cosa comunicacional también muy fuerte

Rafael Varela, por su parte, dió vida a los proyectos Cielonaranja (música electrónica con elementos del tango, ya que descree que exista tal cosa como el tango electrónico) y Ekeko, más cercano a la canción de rock. El año pasado ofició de productor artístico del disco Avellaneda, de Adriana Varela, su madre, en una suerte de retornos a los orígenes rockeros de La Gata. Orígenes y actualidad que pone en palabras: “la herencia también es rockera”. De la misma manera se ocupó de la producción artística en Tangócratas, y tiene en carpeta Horizonte de sucesos, su primer trabajo solista.

– En tu caso tu llegada a la música puede parecernos hasta esperable. Sin embargo no siempre fuiste habitué del género, sino que te desempeñaste antes como músico de rock y tu propia casa habla de rock. ¿Cómo juega esa identidad rockera en el momento de componer e interpretar tangos?

RF: Yo creo que musicalmente influye en el toque que tengo. Cuando toco tango, el toque es un poco rockero. Y desde el punto de vista general, creo que lo que más rockero tengo yo, o en lo que más influye es en la actitud que yo tengo. El rock fue transgresor cuando vino, por eso se hizo lo que se hizo. Cuando dejó de ser transgresor es cuando la gente deja de ir a ver bandas de rock, o sólo va a ver bandas de rock que quedan de hace 30 años. Y eso es lo que me gustó siempre del rock. Lo que tengo es una forma de entender o un interés al abordar la música que es rockero desde lo que es la filosofía, que me parece que tiene que ver con romper, que tiene que ver con la denuncia en algún aspecto. El tango tiene muchísima denuncia, por eso para mí el tango es muy rockero. La energía del tango, o al menos la parte que a mí más me interesa o por la que me siento más atraído es la que comparte con el rock desde el punto de vista de la marginalidad, del barrio, de lo oscuro, de la noche, de los momentos de soledad, de bronca, a veces. No son los ánimos quizás de otros géneros que pueden ser hermosos pero tienen otras características. No sé, no creo que sea ése el ánimo que se impone cuando alguien está escuchando Bach, o cuando alguien está escuchando una zamba del Cuchi Leguizamón, que me encanta, pero es otro tipo de expresión, de estética. La rockera y la tanguera comparten eso, y en ese sentido creo que es donde yo puedo encontrar un lazo entre el tango y el rock.

– ¿Qué pasa con la impronta varonil propia del Tango? Muchos proyectos musicales que pueden ubicarse en el Tango Siglo XXI tienen al frente (y a los costados) mujeres cantoras, compositoras y músicas. ¿Cómo dialogan con los mandatos del género en ese sentido?

RF: Yo corregiría la primera palabra: para mí no es varonil sino edípico. Porque lo que tiene el tango desde el punto de vista machista en realidad es una tremenda adoración por la figura de la madre y por la figura de la mujer que te deja, que te abandona, pero desde un lugar casi maternal, porque es una cosa del No me abandones, de la imagen del hombre que es abandonado por la mujer, que llora, Quién lo hubiera dicho, etc. Es una visión maternal de la mujer, ni siquiera sexual, como en el rock quizá sí.

PM: No puedo dejar de pensar en por qué me parece tan actual y tan definitorio de esta época un tango como Qué buena está tu vieja de Lucio Arce, porque para mí da vuelta completamente el lugar de la madre, pone a la madre en un lugar de deseo, la llena de sexualidad a la madre, a diferencia de este tango edípico del que hablaba Rafa. Para mí está buenísimo que pase eso, yo creo que en nuestro caso no sólo en el tango, sino en la vida, es algo que se ejerce permanentemente y está bueno revisar un montón de cosas, de preconceptos con los que fuimos criados y no hablo tanto de crianza personal, sino de una cuestión colectiva, de cómo determinados preconceptos o paradigmas que nos fueron impuestos y hay que destruirlos absolutamente. Yendo a nuestra obra en particular, justamente la única artista mujer que está en el disco es Adriana Varela y ella canta un tema que se llama El Fantasma de Evita. El Fantasma de Evita es parte de obsesiones mías de mezclar los íconos nacionales con lo sobrenatural, pensando también en lo patriótico como un fenómeno paranormal o sobrenatural. Pero en este caso se suma el hecho de que Evita revive y baja a la tierra porque cuando se muere Leonardo Favio la hace revivir para filmar una película y ahí Evita baja a la tierra sólo para cagar a trompadas a los chabones  retrogados y machistas. Justamente es el tema que canta Adriana. Me parece que forma parte hasta en lo narrativo, o poético, en lo lírico del grupo, de este proyecto eso, hablar de eso como temática, como cuestión explícita.

Los Tangócratas seguirán impartiendo su ley: que sea el tango el que nos encuentre. Mientras preparan lo que será Tangócratas 2, en cuevas o milongas se cruzarán Homero Manzi con el punk rock y el Tape Rubín con Los Twist o con una versión de She Bangs (de Robi Rosa, popularizada por Ricky Martin), rompiendo con la idea de que toda resistencia debe ser de guitarras eléctricas y cuatro cuartos. Como un símbolo, Marchetti dice de Tanguito de Almendra, de Alejandro del Prado, parte de su repertorio: «me parece clave en el sentido de que trae para el tango la idea del mañana es mejor de Spinetta. Y cuando existe algún tipo de nostalgia, ese pasado al que se alude es: ‘te acordás cuando escuchábamos Almendra / en el Winco desinflado de una siesta’. Hay una idea de ver al rock ya como pasado, y de desarticular esta idea de todo tiempo pasado fue mejor del tango».

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