#IndioEnMendoza Los fundamentalistas del rito

Dicen que la música es el lenguaje universal. No importa el idioma ni la interpretación que cada uno haga de las letras. De repente te cercioras de su poder cuando te sentís parte sin previa invitación. Suele suceder en los recitales. Empieza a sonar ese tema que te vuela la cabeza y al mirar a tu alrededor, no sos el único que lo está disfrutando. Y entonces, en ese momento, ocurre algo. Hay una especie de conexión. Un lazo que te une con otros cientos o miles de personas. Se abre el telón y comienza un ritual del que no tenes plena consciencia y sin embargo, sos un peregrino más.  La comunión comenzó y sabes que ya no hay marcha atrás.

De regreso a Mendoza. La revancha. Es sabido que en cada recital que lleva a cabo el Indio Solari, algún fenómeno climatológico tiene que personalizar ese día. Septiembre de 2013 no fue la excepción. La ciudad de San Martín agasajó al público con un show impresionante pero bajo un frío intenso y la caída sin piedad de aguanieve. Un año después, llegó la recompensa. Un diciembre caluroso se instaló en las tierras mendocinas. El sol y las altas temperaturas acompañaron a las más de cien mil personas que llegaron el sábado 13 para una nueva misa ricotera.

Luego del último show el 12 de abril en Gualeguaychú, se comenzó a especular a los pocos días de una nueva presentación de Solari con sus fundamentalistas antes de que termine este año. Y así fue. Cinco meses atrás se confirmó la fecha y el lugar del que ya todos sospechaban: el Autódromo Jorge Ángel Penna de la ciudad de San Martín (Mendoza), una vez más. “El que abandona no tiene premio” y el Indio fue por su segunda batalla. Nuevamente las expectativas fueron superadas con creces. La convocatoria, un éxito del que se seguirá hablando.

¿De qué va la “misa ricotera”?

Cada vez que se acerca una nueva presentación del ex redondito, es muy común oír hablar de la “misa ricotera”. Surgen dudas y la curiosidad se despierta. Los que nunca presenciaron un recital de Patricio Rey o del Indio en su etapa solista les cuesta un poco más entender esta especie de rito. Suena como a una gran previa de todos los fanáticos que asisten al show. Como si se tratara de una especie de ceremonia religiosa, a la que los fieles de siempre acuden y realizan un mismo ritual.  ¿Pero de qué se trata realmente la “misa ricotera”?

Los adolescentes, los más jóvenes y novatos en esta experiencia suelen repetir frases como “es un camino de ida”, “hay que vivirlo para entenderlo”, “sólo se siente estando ahí”. Ocurrió en los últimos dos recitales de los Fundamentalistas que muchos chicos fueron por primera vez, no por gusto o fanatismo de lo que fueron los Redondos como banda o incluso, el mismo Solari, sino que se hicieron presentes simplemente para revelar el misterio de lo que guarda tras de sí la gran misa ricotera de la que todos hablan. Y, como era de imaginar, surtió efecto, porque todos esperan volver a repetirlo.

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Más allá de que la previa del show es única y fundamental para llevar a cabo el “rito”, la “misa ricotera” comienza mucho antes que el mismo día del recital, mucho antes de que los devotos lleguen a la ciudad elegida. La ceremonia arranca desde el momento que se anuncia una nueva fecha, el próximo destino; desde el momento que se arranca con los preparativos, la organización del viaje; con qué medio de transporte se trasladarán (micro, auto, avión), con quiénes irán, cuántos serán, dónde se instalarán; si van unos días antes o llegan ese mismo día; sacar las entradas anticipadas o arriesgarse a conseguirlas en el predio dónde se efectuará el show ese mismo día…

Si bien no deja de ser un show como cualquier otro, estamos de acuerdo que no se trata de un recital cualquiera. Implica meses de preparación, sobre todo para las familias enteras que asisten. Sucede que existe toda una organización previa que constituirá el puntapié inicial de la fiesta que se celebrará.  Los fanáticos no suelen percatarse de estos acontecimientos que anteceden a la fecha en la que, en realidad, todo concluye.

El fin del ritual

Llegó el día. Hay que concluir el ritual. Caravanas de micros y autos ahora copan la ruta que los llevará a destino. Son las horas finales, pero la ansiedad y el entusiasmo están a flor de piel. Meses aguardando este día. La espera terminó. Y ya no se trata de un grupo de amigos, no hablamos tampoco de una familia entera, ni siquiera de un micro lleno. Miles y miles de personas marchando para un mismo acometido.        

En ocasiones cinco horas, en otras quince. En realidad, no importa la cantidad de tiempo, nadie puede dormir. Todos comentan anécdotas, viajes anteriores, canciones que no pueden faltar mientras la jarra de Fernet con coca  no se hace desear. Pasa de mano en mano, convirtiéndose la mayoría de las veces en la gran protagonista. De fondo, la música. Desde que comienza el recorrido hasta su fin, los Redondos y los Fundamentalistas sonando al palo.

De repente te invade una emoción. Sabes por qué te sentís así, pero no se puede poner en palabras. El micro (o el auto) por fin se detiene definitivamente y allí estas en medio de un mundo de gente que agita tu misma pasión. Empezás a caminar. Ya lo viviste muchas veces y aun así no deja de sorprenderte la gente que te rodea: adultos, adolescentes, niños, familias, parejas. Aquí se inicia la comunión. Conoces historias, gente de otras localidades, de otras provincias, incluso de otros países (Infaltables los seguidores chilenos y uruguayos), con un mambo parecido al tuyo o totalmente diferente.

De camino al predio, hay paisajes reiterativos: los campings atestados, carpas en las veredas, los incontables puestitos comerciales, los asados a medio hacer, los autos y micros a los costados de las calles, y por supuesto, la multitud que completa cada centímetro del espacio libre con banderas, trapos y todo tipo de remeras. Los olores también se hacen familiares: el aroma de los choripanes y los patys cocinándose, el cigarrillo jamás ausente y la presencia de alguna que otra pirotecnia tirada hace instantes.

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Se palpitan las horas cruciales. Te sumas a la peregrinación. Un mar de feligreses se dirigen al encuentro de su admirado “Dios” al son de efusivos cánticos (“soy redondo hasta que me muera…”, “vamo’ lo’ redondo’”). Ya nadie quiere quedarse afuera. Los niños flamean banderas en el aire, subidos a los hombres de sus papás. Todos cantan, todos bailan, todos agitan los brazos al cielo, todos ríen. El show de la linda fe sonriente acaba de empezar y cada uno de los presentes es protagonista de esta obra.

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“El cielo está tendido y el infierno servido”. La caminata llegó a su fin. Pasas los molinetes y a los guardias de seguridad. Las puertas de la entrada ya quedaron atrás y las luces del escenario anuncian el buen augurio. El mar de gente se personifica otra vez. Tratás de acortar distancias, llegar lo más cerca que te permite el público atornillado ahora en su lugar. Y esperar. Cada minuto se hace eterno y sin embargo, el estallido está por suceder. Esperas… y al fin ¡zas! La oscuridad. Las luces se apagan, Solari se manifiesta sobre el escenario y en dos horas y media de show, hace brillar al rock & roll del país. He aquí el ritual en su punto álgido que culmina cuando los fuegos artificiales adornan el cielo.   

Una peregrinación más

El show del sábado pasado en el Autódromo Jorge Ángel Penna ubicado en la ciudad de San Martín (provincia de Mendoza), superó las expectativas de convocatoria. Se esperaba la llegaba de 50 mil personas. Cifras que según los datos de los organizadores se duplicó. Segunda misa que el ex redondito celebra en la tierra del sol y del buen vino. Gente de todo el país, así como también los hermanos chilenos y uruguayos se acercaron al lugar elegido para la nueva misa. Un espectáculo más fundamentalista que ricotero pero que no escatimó en dar a su público las dosis necesarias de Patricio Rey para dejarlos satisfechos.

En esta segunda vuelta, la noche estuvo ideal, acompañada de un buen clima. Todo fue puntual. A las 21. 30, Solari y su banda salieron a escena. El Autódromo de San Martín tronó en gritos y aplausos. Los temas elegidos para dar inicio a un recital fervoroso fueron “A los pájaros que cantan sobre las selvas de Internet” y “Chao Mohicano”, ambas canciones de su última producción discográfica, “Pajaritos, bravos muchachitos”. Carlos Solari sorprendió al plantarse en el escenario al desnudo, sin sus característicos lentes oscuros, de cara a las más de cien mil personas que esperaban verlo cantar.

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La sorpresa continuó. Sin anteojos, de excelente humor, con momentos de emoción y otros tantos de ironía; sus gestos infaltables; con autocrítica, sobre todo por ser consciente que el sonido fue uno de los principales problemas de la noche y algunas mínimas pifiadas en los tempos (no es nada fácil después de tanto tiempo volver a interpretar “Fuegos de Octubre” y que salga a la perfección); incluso con pasitos de baile; dos horas y media de un Solari muy animado y que cerró el show bien arriba como comenzó con “Etiqueta negra”, “Todo un palo” y “Flight 956”, teloneros del clásico himno final y que da lugar al pogo más grande del mundo: “JiJiJi”.