#LucaProdan «Vivir al mango es muy difícil»

Luca salía de lo normal desde todo punto de vista: aventurero, libre, brillante y un poco demente. Desde su nacimiento en 1953 en Roma a un internado de elite en Irlanda, la rebeldía de huir a Londres, temporadas en la cárcel, adicción a la heroína que casi le causa la muerte con un coma hepático y un flash con Córdoba que lo trajo para Argentina. Acá, donde abrió las puertas (y las ventanas) para dar una vuelta de tuerca al rock nacional. Por Florencia Smith Vera.

Como todo ser de personalidad particular, tenía sombras que lo llevaron por caminos que, en definitiva, terminaron con su vida ese 22 de diciembre de 1987. Luca Prodan murió, según versiones “oficiales”, de un paro provocado por una hemorragia interna fruto de la cirrosis. La otra versión es la sobredosis de heroína. No creo que lo sepamos nunca con certeza, pero no hay dudas que lo que lo llevó al final fueron los abusos a los que sometía a su cuerpo.

Más allá de eso, este hombre revolucionó la escena del rock desde un principio cuando las canciones de Sumo eran en su mayoría en inglés en una época que no estaba bien visto por la guerra en las Malvinas. Se trajo consigo todas sus influencias internacionales de ese punk y post punk que vio surgir en Londres y las tiró sin anestesia en un ambiente que estaba acostumbrado a otros estilos: Soda, Virus, Los Abuelos de la Nada, Charly.

Desafiaba constantemente a la escena tradicional del rock nacional. No le importaba nada. No tenía problemas en explicar que la música de acá no le gustaba. Decía que él ahorraba en maquillaje y ‘peinadito raro’, que esas eran cosas para vender y eso no le interesaba. “Si yo le doy una guitarra a Moura y le digo pelá algo que me mueva el corazón, no pasa nada (…) Si me das una guitarra criolla yo te pelo algo, la diferencia de tener la música en el corazón”, supo explicar en una de sus últimas entrevistas. Luca Prodan era la figura de la anti estrella, esa también fue su marca: la provocación constante, el delirio en los shows. Llevaba absolutamente todo al límite.

A pesar de su forma de ser, tan particular, era una persona sumamente culta e inteligente. Muchos lo describían como un ‘gentleman inglés’. Hablaba cuatro idiomas, podía entablar una discusión sobre cualquier tema y defendía sus creencias. No vivía en un tupper ni estaba ajeno a la realidad. “El macho de acá trata mal a la mujer y ella lo deja. Después llora y canta un tango. Siempre es un macho llorón, ¿por qué? Porque trató mal a su mujer, y… tratala bien, por ahí no llorás más”.

El tano de alma libre que vino a cuestionar absolutamente todo y nos dejó abierta una puerta a una nueva forma de hacer rock. Hace 30 años que no está más con nosotros, pero su música, sus discursos y su forma de vivir siguen tan vigentes como siempre. Y pongo la firma que, en 30 años más, seguirá todo igual. Vamos a tomarnos un vaso de ginebra bien helada y brindemos por la memoria de Luca Prodan.