#Murga5PalPeso y #VinoDeZopetón teatro Municipal de Quilmes

Estamos, por fin, en septiembre. La primavera se empieza a dejar ver, de hecho algunos ya la invitamos a pasar y la adoptamos como única verdad. Esta semana fue rara, llovió mucho al principio y fue gris, pero llegando al final salió el sol y se volvió todo radiante: en ese contexto, la 5 Pal Peso se presentó, con un clima de carnaval, en su tercer teatro Municipal a sala llena.

Las palabras “murga” y “Quilmes” ya llevan, en el inventario popular del Municipio, a pensar en 5 Pal Peso. La 5, como le dicen con cariño quienes suelen acompañar a los chicos de Quilmes en su caminar, se encuentra de cara a una nueva fecha importante. El miércoles nadie se sorprende cuando, al salir las entradas para el teatro municipal de ese fin de semana, pasan un par de horas y la sala se encuentra agotada. Es la tercera vez que pasa, y los chicos se siguen sorprendiendo, pero la gente no: han demostrado, una y otra vez, estar a la altura de las circunstancias.

Esta vez la propuesta se redobla: aparte de la 5, ya habitual en la escena local, se presentará, con una parte de su show “Resaca”, la murga Vino de zopetón, de Uruguay. Esto plantea un desafío: las dos murgas compartirán un escenario y, si bien las une el género “murga uruguaya” hay diferencias: los chicos son de distintos países y abarcan distintos sub-géneros. Es curioso que la murga tradicional sea la argentina y la joven, uruguaya. O tal vez no, pero llama la atención, sobre todo causa intriga: yo llego al teatro preguntándome cómo recibirá esta nueva propuesta un público acostumbrado a lo clásico de la 5.

El teatro municipal de Quilmes se encuentra en la calle Mitre y se deja ver desde afuera porque es todo ventanal. Al entrar, de frente, se encuentran las puertas de madera que dan paso a la sala y al costado, a la derecha, hay una escalera que lleva al espacio que se utiliza como camarín. Ahí abajo es todo color: hay dos murgas preparándose para salir a escena, llenas de maquillaje, probándose los trajes y las voces. El saludo es afectuoso. Hay un clima de ansiedad general.

Afuera la fila llega a la esquina desde las 20 y tantas en adelante. Las caras, como siempre, de todas las edades, reflejan las ganas de entrar y convertir un día cualquiera de septiembre en carnaval. A las 21 dan puerta y la gente se empieza a acomodar, llena los espacios y se saluda. Hay un clima muy familiar. Cuando se apagan las luces y se entiende que por fin está por empezar la función, la gente empieza a aplaudir, a apremiar.

Luces apagadas. Se dejan ver formas confusas en el escenario, parece ser que están acostadas, pero no: hay cuerpos tirados por todos lados. Empieza el sonido, los cuerpos se levantan, diría que se desperezan, pero creo que más bien están intentando revivir: son los chicos de Vino de zopetón, recuerdo con una sonrisa que el espectáculo que estoy a punto de ver se llamaba “Resaca”. El show – un fragmento del mismo – no dura más de 35 minutos. Son minutos dinámicos, divertidos, casi cómplices: uno se piensa a sí mismo con resaca y se ríe, es divertido sentir que, de a ratos, quien nos canta es la voz de nuestras conciencias. La puesta en escena es impecable, los chicos se mueven en el escenario con la prestancia de quien nació para hacerlo. No hay baches: la escenografía cuenta con todo lo necesario, un gran mérito si consideramos que quien dispuso todo, lo dispuso desde Uruguay y logró materializarlo tan lejos. Los chistes, más allá de la obviedad de que algunos muy locales para ellos acá no se entendieran, logran despertar las sonrisas del público. Hay uno, un guiño, referido a la creencia en la revolución de la alegría de Mauricio Macri. Aplaudimos. Tenemos que aplaudir.

Cuando termina el espectáculo y salen, la bajada se ve interrumpida o al menos no se siente completa, porque la gente no quiere dejar sus asientos. Los chicos pasan, saludan al público y siguen cantando un rato en el hall, entre ellos. Me asomo y los veo abrazarse, emocionados. Me emociono yo también.

Una voz en el micrófono anuncia que está por presentarse la 5 Pal Peso. La gente aplaude, charla con sus vecinos de butaca. Se ve que, aunque uno tiende a pensar que sí, no todos los presentes conocen o vieron alguna vez a la murga. Es un poco raro que después de tanto tiempo, todavía toquen en Quilmes y cautiven nuevos públicos: los chicos lo logran.

Después de un ratito no muy largo de espera, llega la murga a escena: las voces anuncian que “un nuevo cuento está en la esquina” y las personas se acomodan en los asientos, prestan atención. Con un par de momentos cortados – el salpicón no sonó entero, tampoco sonó la canción final – el espectáculo corrió bien, lleno de chistes, arreglos vocales y lo mismo de siempre, renovado como siempre.

Un circo es un espectáculo gracioso, ácido, uno que pega golpes a la realidad y, sin ridiculizarla, busca analogías que pisan fuerte. Hay picos de atención en el público, se nota. El domador representa al violento, a quien le pega a su mujer, es un guiño a todas las mujeres que viven bajo violencia y con esa seriedad la sala queda en silencio cuando quien canta se comienza a justificar, intenta explicar que no es malo, se desmiente.

La murga se reinventa. Cuando llegamos al cuplé de los sindicatos, vemos a una mujer barbuda agresiva, a los fenómenos cargando estandartes de su nueva organización, “FE.O.S”, y cantando sus canciones sindicales, con un terapeuta que ya no sabe dónde meterse porque se encuentra con una militante que pretende dejarlo sin empleo, empoderando a los frikis del circo que, como bien aclaran, no son un centro de rehabilitación. Después de un dúo que cierra el cuplé, vuelven a escena los presentadores, con una reflexión que da paso a la retirada.

Volvemos al presente. El coro suena decidido, firme. La murga se ve feliz, cansada como quien ha logrado algo profundo con quien le devuelve la mirada sonriente. Antes de la bajada, Martín, el director, invita a los chicos de Uruguay a subir al escenario. Todos juntos, abrazados, bajan cantando la bajada 2016. La gente se levanta, se impacienta por salir. Afuera todo es alegría y carnaval. Los chicos se ven felices, se sacan fotos, una señora le pide a uno que le comente dónde encontrarlos porque se va muy contenta con lo que vio. Hay que entregar el teatro, pero no se escatiman los besos y abrazos. Al final, entran todos juntos y lo que vemos los que los vemos de cerca es que esta fue sólo una primera vez: el clima nos cuenta que aquí se ha expandido una familia.

Entre un montón de certezas que me llevé después de presenciar los dos espectáculos, me quedé un par de dudas y quise saber qué esperaba la 5 cuando invitó a una murga uruguaya joven y si se cumplió, sobre el final, eso que esperaban. “Teníamos muchas expectativas positivas porque varios de nosotros hemos visto actuaciones de ellos en el Carnaval de Murga Joven y sabíamos que eran muy buenos”, me comentó Chope Díaz, “pero al mismo tiempo nos generaba mucha incertidumbre cómo podría reaccionar el público de acá ante un género que, si bien es murga, es bastante distinto de la murga tradicional, además estaba el detalle de que muchas críticas y guiños del espectáculo podrían ser entendidos solamente en Uruguay. Sin embargo, la respuesta de la gente fue sorprendente. Lo notamos y se lo hicieron notar. Reconforta mucho expandir la cultura de murga de Uruguay en este lado y que sea tan bien aceptada, porque quizá mucha gente no se empapa del género, viene a vernos a nosotros y no sabe que estamos en un camino muy largo de aprendizaje y profesionalización que vemos y tratamos de adoptar de las murgas de Montevideo”.

Me quedo tranquila. Pienso que yo también vi esa respuesta positiva en la gente que los vio. Es curioso: uno ve dos murgas en un mismo escenario, el mismo día. Cantan separadas, pero uno siente la interacción, el abrazo cálido e invisible. La retirada de la 5, en una parte, habla de la historia de un amor como no hay otra igual. Esa es la historia de las murgas y de su amado carnaval. No podría haber otra igual, pienso y sonrío. ¿Cómo podría haberla, si estos locos se la pasan esperando y esperando febrero, para saludarlo, mirarlo pasar, y volverlo a esperar?