#PezEnVorterix El rock como trinchera

Un puño en alto emerge del mar de cabezas y se recorta contra las luces del escenario, como un gesto de desahogo necesario. “No hay paz en mí”, responde Ariel Sanzo erguido sobre las tablas que en pocos minutos iban a rechinar. Un manifiesto involuntario del espíritu inquieto que habita el cuerpo de los PEZ, cuerpo dinámico que ha ocupado un lugar indiscutible en la escena del rock nacional.

Ese espíritu llevó a PEZ y a una multitud de almas al ritual que se repite año tras año en la sala de Colegiales. La excusa fue la presentación oficial de Pelea al horror, último trabajo de una banda que nunca deja de crear: en casi 25 años de historia, entregó 16 discos de estudio. Lejos de acomodarse en un simple repaso por lo nuevo, el PEZ entregó un recital dinámico y extra-large, que recorrió diferentes momentos de su amplio repertorio en más de dos horas de show.

Cinco minutos pasadas las nueve  comenzaron a sonar las primeras notas de Intro horrible, obertura de Pelea al horror, seguida, como dicta el orden de la grabación, por Carne roja y Los días poderosos, para que las alrededor de 1200 personas que coparon Vorterix se amontonen para ver más de cerca a Ariel Sanzo, Franco Salvador, Fósforo García y Juan Ravioli, formación que el grupo mantiene desde 2014.

El setlist continuó recorriendo distintos trabajos mientras se completaban los 10 temas del nuevo álbum. Así sonó el festejado Phantom power, Los orfebres y El cantor. De sus últimas placas, visitaron El manto eléctrico (2014) con Todo lo que ya fue, y Rock nacional (2016) con Más música y El aprendiz, poniendo en escena la versatilidad que sellan en sus discos.

Fotografía: PH Santi Sombra

A diferencia de otros conciertos del grupo, no hubo en esta ocasión ninguna banda invitada. Sanzo advirtió de manera didáctica al público presente que el concierto iba a tener un intermedio. Fue así que luego de los primeros 15 temas, lejos de estar promediando el concierto, el PEZ se tomó un descanso. Quince minutos de break musicalizado por una pieza producida por Juan Ravioli, que mezcla momentos de estudio y otras grabaciones, mientras los fans aprovechaban para hidratarse o recuperar algo de aire.

Qué lindo es el rock, vieja”, suspiró desde el escenario un Sanzo que inauguró la segunda mitad del show con un set de clásicos del rock nacional. Los primeros acordes de Seminare apuraron a los distraídos a recuperar sus lugares, seguidos por Ando rodando (de Gustavo Santaolalla), Atado a un sentimiento (reivindicando una vez más a Miguel Mateos) y la joyita de la noche para muchos: Blues de Cris, de Pescado Rabioso.

Fotografía: PH Santi Sombra

Otro de los momentos especiales de la noche fue el set acústico-folclórico en el que invitaron a tocar a Martín De Soto, quien había enviado un video a la banda tocando El viaje (del disco Hoy) con distintos instrumentos, y fue invitado a tocar en Vorterix. “No lo vamos a hacer venir por un solo tema”, admitió el líder de PEZ y, mientras De Soto alternaba entre distintas flautas y bombo legüero (que también supo calzarse Franco Salvador, una instantánea poco habitual), se despacharon con Caminar y La sin nombre, para cerrar un momento íntimo en el que los coros del  público replicaban la emoción del invitado (quien no tuvo fisuras en su participación) hasta casi tapar los acordes de la acústica de Minimal.

No podemos entregarnos sin bancar la posición. Es difícil, se hace duro, pero impera darle pelea al horror”, reza el track que da nombre al álbum y se instala como una declaración política de la época que atraviesa el país. Si bien admiten en entrevistas que el horror puede ser “de uno, personal”, el sentido fue clausurado por el público que coreó al unísono “yo sabía que a Santiago lo mató Gendarmería”, mientras Minimal giraba el micrófono hacia el público para que no quede duda alguna de cuál es el Horror.

El cierre fue aplanador una vez más. Así como el final de la primera parte con el habitual doblete que inaugura Cabeza (su primer placa, de 1994), cuyo nombre devino en las listas de la banda como Rompe/Pez, y luego del trance de La paciencia de la piedra – una improvisación grabada en dos partes en El Calafate – que cierra Pelea al horror, llegó el tándem Último actoFuerza y Malambo (nombre cristiano para Introducción, declaración, adivinanza también de Cabeza). 

Plantados en un rock sin mayores etiquetas, con toda la libertad para moverse a lo largo y ancho de un género potente, PEZ escapa a lo que dicta el manual de la banda de rock. Eso pudo costarle fans, o generar una masa de público fiel con alta rotación. Sin embargo, ese espíritu inquieto entrega un menú variado en el que nunca faltó la coherencia estética ni política, que en los últimos años se volvió más explícita. Y es ahí, en el rock, haciendo canciones y grabando discos, donde el Pez seguirá dando pelea.

Fotografía: PH Santi Sombra

Fotografía: gentileza de PH Santi Sombra.