Presentamos a Ítalo y su primer disco, "Mutar"

Después de haber lanzado «Mutar», su primer disco, el compositor habla de la autoexploración y de los lugares a los que lo llevarán las próximas canciones. Una charla sobre el ayer, el hoy y el mañana.

“El futuro que deseo es una concepción y una sensación de vida”, dice Ítalo, una de las voces de la nueva generación del pop argentino. “De todas formas, el tiempo es raro: no quiero pensarlo como un sueño, porque cada momento que pasa es una oportunidad de traer esa idea a algo real. Mi vida va… con sus altos y sus bajos, pero especialmente, estando cerca de mi deseo, de la compañía que me elija y la que yo también escoja. Disfrutar del instante se acerca más a dejar de hablarse, a estar en lo que decís, comés y tocás. Que no haya interferencias”

Aunque Ítalo vive con los pies en el presente, tiene los oídos puesto en el futuro que menciona. Se nota no sólo en sus palabras, sino también en las canciones de «Mutar» (2018): su música coqueta con lo urbano, el R&B y la música disco. Pero sobre todo, el álbum suena fresco y listo para golpear las puertas del mañana.

Así y todo, Franco Montefiore (su identidad real) tiene un componente clásico. “Elegí ‘Ítalo’ como seudónimo porque era un nombre de época, casi señorial. Me atrae la idea de despersonalizarme, de armar un álter-ego y jugar. Que se forme una identidad nueva, con cauces renovados… y que a la vez, fracase por completo en identificarme -subraya-. La gran pregunta [de la humanidad] es la cuestión del ‘ser’, e Ítalo se acerca mucho a eso. Podrían preguntarme quién soy, y no sé si una palabra serviría. El seudónimo es algo inalcanzable y real a la vez”

-De chico, tu mamá te fabricaba instrumentos con cajas de zapatos. ¿Cómo llegó tu primera guitarra real?

-¡Vino acompañada de un choque de auto! Fue accidentado, pero ni la grúa nos impidió retirarla. Quizás algunos espíritus conservadores de la familia se metieron en el camino. Sabían que desde que esa forma artística se posara en mí, no habría vuelta atrás. No iba a ser ingeniero (risas). El momento fue lindo: el vendedor era un hombre amable, que entendía la calidad de lo que comercializaba. La amé mucho, tengo lindos recuerdos y pasé muchas horas con ella. Ya no está conmigo, me la robaron hace unos años en Chapadmalal.

-¿Hoy cuáles tenés, y qué te enamoró de cada una?

-Varias, pero voy a hablarte de mi Stratocaster. Es una Fender norteamericana Sunburst, con un pickguard Tortoise Shell. Me gusta su forma y lo versátil que es, además de la belleza y el sonido. Es cristalino y con groove, con onda, y va al frente cuando la aprieto. Si toco solo, funciona con presencia. Es completa, sexy y picante.

-Te desarrollaste en el Polo Cultural Saldías. ¿Cuán importante fue para vos, y en qué aspectos te formó?

-Me dio el espacio y su swing. Un lugar para estar, delirar, ensayar y conectarme con colegas “en la misma”. Acá no hay antecedentes, quizás en Berlín… no sé, es un ambiente que verdaderamente respira arte y transgresión. Tengo varios años junto a ese edificio, y siento alegría, pertenencia y felicidad. Su lema es: “sin espacio, nada sucede». Es un hermoso loquero agrupador de calidad, una masa. Le agradezco especialmente a Lucas Pombo, por permitir que esa rueda gire.

LOS MISTERIOS DEL ARTE

-Grabaste “Mutar” en tu home studio. Aunque la ventaja es poder producir el material sin problemas de tiempo, muchos artistas cuentan que el riesgo es trabajarlo en exceso. ¿Cómo detectabas cuándo las canciones estaban listas?

-Picasso decía que las obras no se terminan, sino que se abandonan (risas). Mirá, laburé con un equipo amigo y virtuoso. Mi coequiper y productor artístico, Felipe González, fue mi brújula. Cuando me enroscaba o tenía dudas, confiaba en su experiencia. También fuimos metódicos: pre-produjimos los temas, y una vez que quedó el mapa del álbum, pasamos al diseño sonoro. Ahí nos acompañaron los talentos de Martín Grinfeld y Della Giustina. Me tomé el tiempo necesario para hacer el álbum que quería; no iba a correr, ya había pasado mucho tiempo sin publicar un disco. No negocié mi entrega ni mi mejor versión.

-En una entrevista contaste que para “Mutar” hiciste cambios internos y moviste algunas zonas de la mente. ¿Fue un proceso de autoconocimiento?

-Cada obra es autorreferencial y habla de vos: de tus interferencias, tus virtudes y los lugares que querés explorar. Surgen preguntas, y sobre todas las cosas me busco, intento mirarme con la mayor objetividad y entender mi propósito, para accionarlo. La vida en sí, a priori, parece no tener sentido. Quizás el arte y la expresividad sean la razón o la observación, no lo sé. Sí quería traer a la “tribu” unas canciones que tuvieran que ver con mi forma de entender la música y las letras. Pensaba que mi discurso podía resonarle a alguien, así como otros artistas lo han hecho conmigo. Los tópicos son humanos: el amor, el sentido, el tiempo, el ser y el deseo.

-El clip de ”Mirá” contó con la colaboración de Peter Lanzani. ¿Creés que van a volver a trabajar juntos?

-Pienso hacer más, y me encanta diseñarlos y armar los mundos estéticos. No sé si van a tenerlo a él, ya lo hablaremos. Siempre es una referencia, y le muestro mi arte constantemente. En eso estamos juntos, nos consultamos y nos compartimos. Pero habrá videos del material que vengo cocinando.

-Ya que hablábamos del futuro, ¿a qué lugares te están llevando las nuevas canciones?

-Quiero hacer lo que me mueva, y la independencia me da eso: shows, composiciones, diferentes músicas, compartir con gente que quiero y seguir el misterio de todo esto. Me lleva a algo más rockero, frontal, delirante y “argento”. Tiene un audio del siglo XXI, con un lenguaje de canción renovado, arrabalero, caliente y sensual. La música es hermosa, vasta e inagotable. El futuro está en “ir para adelante, ir…”, como diría alguien que quiero mucho.